viernes, 11 de julio de 2008

Los elementos del amor

No podría hablar de esto sin antes comentar que la teoría no es mía. Esta teoría me la explicó una profesora (a quien le tengo mucha admiración y respeto), quien después de muchos años de estudio y vivencia del tema, nos lo explicó (si la memoria no me engaña) en una clase de metafísica. Yo lo trataré de explicar conforme mis palabras y añadiendo conclusiones propias.

Todo mi grupo de estudio estaba, obviamente, presente. Pero creo que pocos tomaron apuntes al respecto. Era de esperarse. Mi compañeros no parecían disfrutar del tema tanto como yo.

-¿Qué tiene que ver esto con el curso?- preguntaban, - ¿De qué nos va a servir esto?- decían.

Sostengo desde siempre que el amor es uno de los temas que nunca podremos evitar. En todo lugar y de cualquier modo, nos lo encontraremos. En eso se parece a la muerte.

Volviendo al tema, contaba la profesora que, para la existencia de un amor sano y verdadero, era necesario que los elementos (de los que nos hablaría inmediatamente) estuvieran no sólo presentes, sino relacionados armónicamente.

El primer elemento era el que ella llamaba "elemento motor". Se refería al sentimiento. Es decir, a aquel movimiento humano sensible por el cual nos atrae otra persona y nos sentimos impulsados a estar cerca de ella. En otras palabras, se refería al gusto físico o al agrado interior por otra persona.

Esto es completamente real, normal y necesario. Cuando conocemos a una persona puede pasar que descubramos en ella una belleza que nos llama la atención de sobremanera: el gusto físico. Del mismo, en el trato con alguien, podemos sentirnos alegres y tranquilos en su compañía, disfrutar de su personalidad y admirar su forma de ser, esto es el agrado interior.

A mi parecer, deberían existir ambos aspectos: que te guste físicamente la persona y que te agrade estar con ella. Sin embargo, se han dado casos en los que empezaron por uno de los dos lados y el segundo aspecto se fue desarrollando con el paso del tiempo.

El primer elemento es importante porque le da energía a la relación, es el impulso de la búsqueda. Sin embargo, por sí sólo, no es amor. Es sólo atracción o un sentimiento.

El segundo elemento es el elemento fundamental: el conocimiento. Este elemento tiene dos sentidos: el conocimiento de uno mismo y el conocimiento de la pareja.

Para empezar, sino uno no sabe amarse a sí mismo, ¿cómo podrá amar a alguien más? Es ilógico. "Nadie da lo que no tiene". El amor debe empezar por nosotros mismos. Es ahí donde se aprenden conceptos como la aceptación, el perdón, la apertura; entre otros que serán básicos para amar bien.

Para amarse, hay que conocerse. "Nadie ama lo que no conoce". Conócete, acéptate como eres. Mira lo que tienes dentro y lo que vas a entregar a la gente que te rodea. Si algo no te gusta, mejóralo. Pero no te odies, no te lamentes. Una buena autoestima te hará brillar como persona.

Conocerse es la base de cualquier relación. Del mismo modo, conocer a tu pareja te permitirá no sólo saber bien a quién estás amando, sino también, saber el bien que le debes procurar.

Ya lo explicaba yo cuando hablaba de amar con detalles. Por favor, si tu enamorada es alérgica al polen, no le regales flores. Si tu enamorado es asmático, no le regales una pipa. Es cosa sencilla. Sólo hay que saber qué es lo mejor para cada uno y para la persona que amas.

Conocer a tu pareja, sus sueños, sus metas, sus habilidades, etc., te ayudará a ayudarle, es decir, a que colabores con su desarrollo como persona. Ese es el verdadero fin del amor: procurarle el bien al ser amado. Sobre esto queda mucho por decir.

El tercer elemento es el elemento esencial: la voluntad. Esto es "querer querer". Es fácil haberse cruzado con alguna novela, historia romántica o canción "mata ilusiones", que lleve el eslogan "no puedo amarte, no debo amarte, no quiero amarte". Es real.

La profesora nos explicaba que podría darse el caso en el que una persona nos guste, nos agrade y conozcamos muy bien, pero que no podamos dar el siguiente paso: tomar la libre decisión de amar. Esto se da muchas veces por mil y un razones. Ya sea que la persona sea consagrada a la vida religiosa, casado (a) o incluso una persona llena de vicios y actitudes dañinas.

Cuando nos agripamos, el malestar es lo primero que experimentamos. El dolor de cabeza, el sueño, la congestión, la fiebre y otros síntomas son claros indicadores de que estamos a punto de resfriarnos (o quizá de otra cosa). Nuestra voluntad, por más fuerte que sea, no puede animarte a decir: "no me voy a resfriar". Cierto es que la sugestión es poderosa. Pero si todos lo lográramos, no existirían boticas.

El amor, por el contrario, no es una enfermedad. Sin embargo, suele tener síntomas muy claros, los cuales no enumero por tratarse de indicadores particulares y especiales en cada caso. Nadie más que uno mismo se puede dar cuenta bien de cuándo se está enamorando.

El amor es una decisión libre. No es una enfermedad ante la cual no podemos hacer nada o sólo nos queda estar pacientes y dejar que pase. El amor hay que tomarlo de manera muy consciente. Con inteligencia. Si el amor lo dejas avanzar, sin darte cuenta de que no pasará por las exigencias de tu voluntad, es completamente tu decisión. Pero llegado el momento seguramente sufrirás.

Tanta gente sufre con amores prohibidos por no haber sido lo suficientemente responsables para cortarlos cuando eran sentimientos pequeños y controlables. Enamórate de una persona consagrada, enamórate de una persona casada, enamórate de una persona que no pueda controlar sus vicios, entonces sufrirás. No lo digo yo. Basta ver la realidad.

Ante esto, cualquiera podría decir: -pero no todos los casos son iguales. No hay que ser drásticos. Hay casos en los que sí ha funcionado el amor de esa manera y han sido felices muchos años-. Yo contestaría tranquilamente: La vida es como un gran mercado. Hay de todo y para todos. Pero al igual que en el mercado, todo tiene un precio.

El cuarto elemento es el sacrificio. Es el elemento en el que amamos con actos y donde todas estas acciones se encaminan hacia el bien de la persona que se ama. Es el amor propiamente dicho.

Un trabajador que no trabaja, no es trabajador, es desempleado. Un estudiante que dice "soy estudiante y me gusta estudiar", pero no lo hace, no es estudiante. Es un vago, un mentiroso. Lo mismo pasa con el amor. Si tú dices amar y no lo haces, o si lo haces sólo de la boca para fuera, no amas. Es más, estás mintiendo.

El sacrificio se da en aquel momento en el que tu amor por alguien es tan grande que no puedes seguir guardándolo o escondiéndolo. Tienes que expresarlo. Necesitas hacerlo real. La medida del amor es la misma medida del sacrificio. Mientras más ames, más te sacrificarás.

Hasta aquí se podría pensar: -¡qué masoquista es este tipo!- No hay nada cierto en eso. A todos nos gusta la comodidad, la tranquilidad y el placer del descanso. Pero créanme, un sacrificio por amor es aún más grande que todos los placeres del mundo. Es sorprendente que nadie lo mande. Uno mismo es quien decide sacrificarse porque quiere hacerlo, porque necesita hacerlo. Si es que no les ha tocado sentirlo, no se preocupen, es algo que llega a su tiempo.

Ojo y cuidado con el tipo de sacrificio. No todo sacrificio es bueno. Sólo valen los sacrificios que buscan el bien de la persona que se ama.

Ejemplifico los dos casos:

Bueno: Cuando una mamá se queda toda la noche despierta a cuidar a su hijo enfermo.
Malo: Cuando una mamá gasta todo para hacer todos los caprichos de su hijo.

Bueno: Cuando un enamorado deja de fumar porque su enamorada sufre de asma.
Malo: Cuando el enamorado falta a clase por salir con su enamorada.

Bueno: Cuando la enamorada estudia mucho para que su enamorado se sienta orgulloso.
Malo: Cuando la enamorada accede a tener relaciones para que su enamorado se sienta bien.

Como ven, sólo es cosa de tener sentido común y pensar si lo que hacen es para el bien o el mal de su pareja. Piensen antes de hacer.

Sobre el tema, los invito a opinar. Sólo recuerden avalar realmente lo que dicen.

Puntos suspensivos.

Saber amar con detalles

Resulta común que, cuando niños, aprendamos significados de palabras nuevas fijándonos más en el contexto en el que son usadas, que en las páginas del diccionario.

Mis padres, que ya llevan casi 50 años de casados, siempre me enseñaron muchas cosas sobre el amor sin siquiera decirme una palabra. El haber podido seguir de cerca su relación desde pequeño, me ha permitido entender muchas cosas al respecto. Hoy hablo de uno de esos tantos significados: los detalles.

Digo, sin temor a equivocarme, que en el amor, los detalles son pequeños modos de lograr grandes cosas.

Ojo que no me refiero (necesariamente) sólo a los regalos, flores o súper sorpresas que se suelen dar las parejas en días especiales: ya sea su aniversario, su cumpleaños, el día de los enamorados, etc. (lo cual no tiene nada de malo), sino más bien al detalle de saber decir "te amo" en mil idiomas.

Con esto de los idiomas no les estoy mandado a que compren su curso de "inglés en sólo un mes" o que se matriculen en institutos al respecto. Déjenme explicarme más. Al decir idiomas, me refiero metafóricamente a los modos. Y por favor, que se entienda aquí que no me refiero a sinónimos, sino a modos más especiales de expresar amor.

Siempre se ha pensado que, por antonomacia, el modo de expresar lo que llevamos dentro es el lenguaje, el idioma, las palabras. Sin embargo, estudios demuestran que "nuestra comunicación es sólo 7% verbal, 38% vocal (tono, volumen, velocidad) y 55% de gestos, posturas y contacto visual" (El camino del líder. 2000). Con esto, ¿qué quiero decir?

Quiero decir que no sólo podemos expresar amor a través de las palabras, sino que hay una infinidad de formas que aún no hemos explorado.

Hay muchísimos casos psiquiátricos sobre problemas de pareja. El esposo o la esposa llega al psiquiatra y cuenta los mil y un problemas que tiene con su pareja. Se siente la gran víctima y totalmente incapaz de encontrar una solución. Pero es buenísimo fijarse en las reacciones de la persona cuando el doctor le pregunta: ¿Hace cuánto no busca a su pareja con detalles?

Insisto. No hace falta romper el chanchito, asaltar un banco, gastar los ahorros de tu vida, endeudarte con tu mejor amigo, pedirle dinero a tu mamá o vender toda tu ropa para regalarle un detalle a tu pareja. El dinero importa, pero no lo es todo.

El detalle depende mucho de la persona que lo reciba. Para poder entregar un detalle hay que estar consciente del modo de ser de la persona y de sus gustos. Para eso ayuda mucho la comunicación, el conocerse. He ahí cuando juega el popular "depende", clásico ya en mis escritos.

Doy algunos ejemplos:

No importa que gastes todo tu dinero comprando la divina comedia en original, escrita en latín y autografiada por el mismo Dante, si a tu pareja no le gusta leer.

No importa cuanto te esfuerces en traer al Perú a Andrea Bocelli, con todos sus músicos y coros para un concierto en vivo solo para ustedes dos, si es que tu pareja gusta del rock pesado estilo inframundo.

No importa cuanto te cueste el peluche de Mickey Mouse más grande del mundo, si tu pareja le tiene fobia a los ratones.

No importa cuanto te gastes en el más asombroso ramo de rosas rojas, si tu pareja es alérgica a esas flores o tanto peor si es daltónica.

Dar un detalle no es cosa fácil. Pero la práctica hace al maestro. Se tiene que conocer a la persona para saber cuáles son sus gustos, no sólo en cosas, sino sobretodo en actitudes; y no llegar con sorpresas que podrían significar incomodidad, molestia u ofensa.

Existen mil y un formas de ofrecer un detalle. Justo a eso me refería con los idiomas. También se puede decir "te amo" con una mirada, con un gesto cariñoso, una caricia en la mejilla, un besito en la frente, etc etc etc.

También existen detalles que no consumen los ahorros de toda tu vida: como una canción dedicada en la radio, un poema cortito inspirado en esa persona, una frase nueva para él o ella cada día, un dibujo, una carta de amor, una llamada inesperada, un beso robado, incluso hasta la manera especial de mirarla (lo) cuando le dices "hola". Todo juega parte de los detalles.

Si tu pareja es de aquellas personas que no ven tus detalles con claridad, tenle paciencia y enséñale a verlos. Para esto es muy importante conversar sobre gustos y aficiones. Recuerda que no todos somos iguales ni a todos nos gustan las mismas cosas. Eso nos hace especiales.

Si realmente desean mantener sana y fresca su relación, consiéntanse con detalles. Es el agua de la eterna juventud para cualquier relación.

Al respecto, opinen lo que sea de su agrado. Sólo recuerden tener un fundamento real para avalar su opinión.

Punto seguido.

jueves, 10 de julio de 2008

Secreto para no equivocarse nunca más en el amor

Un título bastante tentador, ¿verdad? Ciertamente siempre he pensado que no existe un secreto o una técnica infalible para no equivocarse en el amor. Todo depende de muchas cosas. Sin embargo, esta historia tiene un sentido profundo interesante. Sólo hay que saber descifrarla.

Esta leyenda fue tomada del libro de los sueños. Aquí la copio tal cual:

Cierta vez, una niña se acercó a un anciano maestro y le preguntó: -Maestro, ¿qué he de hacer para no equivocarme más en el amor?- El anciano la miró con sus ojos cansados pero serenos, mientras la niña esperaba ansiosa una respuesta.

- Cuéntame ¿qué te ha pasado?- Le dijo él.

- Conozco a dos muchachos. - Dijo la niña -. Ambos me agradan de manera singular y sus motivos me hacen sentirme especial. Uno es idéntico a . Compartimos muchos gustos y momentos juntos. Coincidimos en muchas cosas y pensamos de manera similar. Es fácil entendernos cuando conversamos porque tenemos las mismas ideas. Es como estar conmigo misma y eso me agrada. El problema es que tanta similitud resulta aburrida a veces.

-¿Y el otro muchacho?, ¿cómo es?- preguntó el anciano.

- Es completamente distinto a - afirmó-. Pensamos de modos distintos y tenemos gustos diferentes. Sin embargo, siempre aprendo cosas nuevas y nuevos modos de pensar. Aunque a veces tengamos problemas y discusiones, casi siempre termina pidiéndome disculpas en nombre de lo que siente. Estar con él es estar con todo el mundo a la vez, está lleno de sorpresas y me agrada. Pero, en este caso, el problema es que no siempre pensamos igual y por eso tenemos problemas.

- Entiendo hija. lo que quieres es que te diga a quién debes escoger, ¿verdad?- preguntó el anciano mientras cerraba sus ojos.

- maestro- respondió la niña.

- Te diré el gran secreto hija mía- dijo el anciano, con voz de sabiduría-. Debes encontrar a alguien que al estar contigo sea como tus manos.

- ¿Cómo es eso anciano?-

- Fíjate bien-. Le dijo el maestro, mientras ponía las manos de la niña una frente a la otra-. Fíjate en tus manos. Para empezar, ambas son lo mismo. Ambas son manos. Debes buscar alguien que sea lo mismo que .

- Luego- le dijo mientras unía las manos de la niña- mira bien. Tus manos, a pesar de ser lo mismo, son distintas y no están armadas en el mismo orden. Son diferentes.

- Finalmente - le decía mientras cerraba las manos de la niña como predisponiéndolas para rezar - tus manos, a pesar de ser diferentes son complementarias.

La niña, en efecto, comprendía poco. Para asegurarse de haberse dejado entender, el sabio maestro le dio otro ejemplo:

- ¿Has probado tomar agua entre tus manos usando sólo una? Precisamente es la unión de tus manos lo que te permite tomar agua y tenerla por un instante entre ellas. Esta capacidad no la tienen tus manos por separado, sino en conjunto. Y no por el hecho de ser manos simplemente, sino porque además de serlo, son complementarias.

La niña confundida aún, le pidió un último ejemplo.

- Te lo diré como en un cuento- dijo el anciano-. Cuando tu corazón, unido con el corazón de otro muchacho, logre tomar agua pura para refrescar y mantener vivo su amor. Entonces sabrás que esa persona es la correcta.

Aquí termina la leyenda. Cierto es que suele entenderse poco. Pero es mucha la verdad que encierra. Sólo es cosa de leer con calma.

El agua en cantidades ahoga. El agua en sorbos, refresca.

Opinen mientras puedan avalar lo que dicen.

Punto final.

La soledad en el amor

A propósito de un comentario bastante acertado (el cual agradezco infinitamente), me puse a pensar en las diferentes decisiones que tomamos con respecto al amor.

En mis palabras, reconozco dos acciones principalmente: enamorarse o estar solo. Considero ambas acciones sin calificarlas positiva o negativamente. Esto es, sin decir que enamorarse sea siempre bueno, o en el caso opuesto, decir que estar solo es siempre malo. Las decisiones y sus razones se respetan.

Ambas opciones con respecto al amor y a las relaciones amorosas, encuentran su fundamento en la persona y las circunstancias que ésta esté viviendo. Por ejemplo, si alguien prefiere concentrarse en sus estudios o en su trabajo antes que dedicarle tiempo y atención al amor, está en todo su derecho. Es más, es todo un logro. Procurando siempre no cerrarse al amor, sino por el contrario, teniendo presente que podríamos encontrarlo en un futuro.

Dicho de otro modo, "estar con alguien" o "estar solo" es una decisión que debe correr por cuenta de la persona, teniendo en consideración sus metas, sueños y aspiraciones; y a la vez cortando todo tipo de prejuicios, miedos y fobias al respecto. Porque, así como hay quienes le tienen miedo al amor, existen personas que tienen miedo a estar solas.

El amor se parece a la estación que más nos gusta. Por ejemplo: el invierno. Estando en pleno Marzo, no importa cuanto te esfuerces y te concentres, ni cuanta ropa tibia cargues encima, el invierno no llegará más rápido para aliviarte. Tanto peor, sentirás más calor. Lo mejor y más consciente es vivir bien el tramo de la vida que nos toca y esperar con el corazón abierto aquella mágica oportunidad.

Lo que sí no estaría bien es hacer como el personaje de una cadena (una de las pocas buenas) que me llegó al correo hace ya algún tiempo. Contábase de alguien que por miedo a que lastimaran su corazón, le puso una serie de candados, seguros y cerrojos para protegerlo. Cierto día, el amor se presentó ante su corazón y tocó la puerta. Sin embargo, el personaje se demoró tanto sacando los candados, seguros y cerrojos, que cuando abrió finalmente la puerta, el amor se había ido.

Con respecto a la soledad. Decirles que es muy sabia. Siempre suelo recomendar aprender a disfrutar los momentos de soledad en lugar de verlos como castigo divino. Estar solo es como un tiempo de preparación previa antes de estar en compañía de alguien. Este tiempo te ayuda a conocerte y reconocerte, de tal modo que cuando decidas darte a mostrar a otra persona, sabrás qué es lo que muestras.

Yo considero cuatro tipos de soledad, hasta donde sé. El primer tipo es la soledad física. Es aquella soledad en la que no hay nada (nadie) contigo a miles de kilómetros. Normalmente este tipo de soledad sólo se experimenta en desiertos o planetas desconocidos. En nuestra realidad es casi imposible de vivir porque siempre estamos con alguien. Además, no es absoluta, porque por más solo que creas estar, Dios (Ser Supremo, Creador, Motor inmóvil o cómo lo conozcas) está presente siempre y en todo lugar.

El segundo tipo es la soledad espiritual. Es aquella soledad en la que nosotros mismos, por el ritmo de trabajo o por mil y un razones, descuidamos nuestra vida espiritual: el encuentro con uno mismo. También ubico aquí la soledad causada por el pecado. Es decir, la soledad que sentimos como consecuencia de nuestra propia decisión de vivir alejados de Dios.

Hasta este momento, los dos primeros tipos de soledad que conozco pueden sonar bastantes tristes. Pero aquí empezamos a tocar el tema de la soledad desde el otro extremo.

El tercer tipo es la soledad mental. Es el tipo de soledad en el cual parece que vivimos en una burbuja por varios instantes. Esto normalmente se ve cuando en una conversación, mientras alguien habla, la otra persona está en la Luna. Esta capacidad de desconectarse del mundo tiene un uso positivo: mucha gente la usa para dejar todo un momento, tomar un respiro y relajarse. Hay quienes la llaman "meditación".

El cuarto tipo es el que quiero comentar hace buen rato. Es el tipo de "la soledad en el amor". No es fácil de explicar pero lo intentaré: este tipo de soledad se vive cuando tu pareja es una persona tan cercana a ti, que estando con ella sientes como si estuvieras contigo mismo (a). Sé que muchos lo han sentido.

Por ejemplo, suele pasar que cuando estamos con esa persona, muchas de las cosas que te rodean, atormentan o preocupan, desaparecen como por arte de magia. Hay quienes dicen: "pareciera que sólo existiéramos tú y yo en el universo".

Es realmente sano experimentar esta soledad, mientras no se olviden de dónde están o de las personas que los esperan en casa. Además, tiene un sentido muy sano cuando procuran que sus encuentros no sean un cúmulo de problemas o discusiones que cargamos el uno en la espalda del otro. Sino más bien, un momento saludable en el que se comparten las experiencias de la vida entera, los sueños en común, los ideales, etc. Es la comunicación el mejor camino para conocerse. Según esta perspectiva, resulta difícil entender a aquellas parejas cuya prioridad no es precisamente conversar.

Si viven una relación, vívanla sanamente y en constante comunicación. La comprensión se logra conversando, no de otro modo. En otro caso, si quieren vivir su soledad, vívanla del mismo sano modo, intentando conocerse a uno mismo y entablar relación con aquella fuente de paz que llevamos dentro y que muchos hemos descuidado.

Opinen lo que gusten opinar, siempre y cuando puedan avalar lo que dicen con fundamentos reales.

Punto y coma.

martes, 8 de julio de 2008

Darse la oportunidad de amar

Hoy, mientras la clase aprovechaba el receso en conversar, logré captar entre dientes una palabra algo graciosa: tanabata. Creía yo haberla escuchado en algún lado. Grande fue mi sorpresa cuando al preguntar, mi compañero me dijo que ayer (lunes 7) la profesora Furuta había hablado sobre el tema. Hice memoria.

No le faltaba razón. Recordé cómo la profesora nos habló del tema e inmediatamente me lamenté. El Tanabata es una festividad japonesa, traducida al español como "festividad de las estrellas". La leyenda cuenta una historia romántica que tiene relación con un hecho celeste que ocurre el 7 de julio y que ha sido comprobado en muchos casos: lluvia de estrellas fugaces.

Causa de mi lamento: A pesar de haber estado al tanto del tanabata, no le presté el debido cuidado al tema y perdí la oportunidad de ver caer estrellas fugaces en al menos lo que resta del año. Puede que no resulte una gran lástima, sin embargo, quien conozca mi gusto por la noche y lo relativo a ella, me comprenderá.

En el amor, suele pasar lo mismo. ¿Cuántas veces hemos "cortado" con alguien sin razón de importancia?, ¿o sólo basándonos en orgullos, subjetividades o terceras lenguas?, ¿o cuántas veces, al "cortar" contigo, no has hecho nada para arreglar las cosas?, ¿No te has puesto a pensar que podrías haber perdido una valiosísima oportunidad de amar y ser feliz?

Nunca lo sabremos. Es más, nunca sabremos si fue nuestra única oportunidad.

Muchos podrían pensar que soy demasiado drástico. Pero no. No niego que mañana más tarde puedas enamorarte más y mejor. Pero seamos realistas, eso sólo es de conocimiento divino.

¿Cuál es la diferencia entre el juego y el esfuerzo? En el juego te puede dar igual si un juguete se te pierde, porque podrías conseguir otro o tienes los que te quedan. Igual da si juegas de día o de noche porque sabes que en cualquier momento dejarás de jugar y no pasará nada. El esfuerzo es completamente distinto.

Hablemos de un caso especial: el estudio. Si sacas un cero en el examen final, ¿da igual?, sino estudias antes de ir a clase o no te preparas en el tema, ¿aprenderás lo mismo?, sino lees ni revisas información constante y novedosa sobre tu carrera, ¿llegarás igual de lejos? A eso voy.

Si quieres jugar "al amor", haznos un favor y empieza por ponerte pañal para reconocerte entre las tantas personas que se quieren enamorar de verdad. En caso contrario, si realmente quieres amar y sentirte amado (a) de verdad... ¿qué esperas para esforzarte?

Amar no es una pérdida de tiempo. Negarse al amor, sí lo es.

Ojo que con esto no te estoy aconsejando que seas "ex" de toda tu cuadra, tu colegio, tu universidad o tu trabajo. No hay peor cosa que encajar en las listas de medio mundo y que te cuenten como figurita de álbum: "ésta yala, ésta nola, ésta yala... uuuy! ésta recontra yala"

Escoge bien. Mira bien. Conoce. El amor no aparece a las dos semanas de haber visto por primera vez a aquella persona. Ponte a pensar en las parejas que has tenido. Ahora piensa en cuantas de esas personas conociste realmente. Y de ese pequeño grupo, piensa ¿por cuántas (os) sentiste algo real?

Muchos libros y profesores recomiendan: Piensa antes de hablar. No hay cosa más cierta. Pero por Dios, si te demoras pensando antes de hablar, ¿por qué no te das un tiempo de pensar antes de hacer?

Cuantas locuras (por no decir algo más fuerte) se han hecho en nombre del amor. La típica excusa: "lo hice por amor". Entre estas locuras figuran: los enamorados a la primera semana, las fugas con el o la enamorada, la dichosa "prueba del amor" (tema que trataré más adelante), entre otras tonterías.

La línea de esta entrada va por el lado de que no vale la pena negarse al amor por causas tontas como miedos, dudas, "dimes y diretes", inseguridades, etc . Sin embargo, hay razones de peso que sí deberían poner "stop" a nuestros sentimientos. De eso hablaremos luego.

Sobre razones "pro" y razones "en contra", está abierto el debate. Recuerden que pueden decir lo que se les antoje, siempre y cuando tengan un argumento real para avalar lo que dicen.

Punto seguido.

lunes, 7 de julio de 2008

El miedo al amor (filofobia)

Recientemente, mientras me paseaba por las desasnantes líneas de Wikipedia, me di con un tema que significó el detonante e impulso final para la creación de este blog. Me preguntaba yo por aquel entonces: ¿cómo es posible tenerle miedo al amor?

Veamos, ¿te has puesto a pensar en cuántas veces te has negado al amor por miedo a éste?, ya sea por el común miedo al compromiso, a perder tu "disque" libertad, a usar y/o gastar mucho de tu valiosísimo tiempo, a "enamorarte de verdad" y quedar como un "pisado", a sufrir por una decepción, a no poder amar a la otra persona como se lo merece, a no ser correspondido, a tener que preocuparte por alguien más que no seas ... etc etc. (Vale la pena indicar que de tener más del 50% de los miedos aquí indicados, deberías pensar seriamente en visitar un terapeuta)

El término que encontré como luz fue "filofobia". Cualquiera podría pensar que este término define el "miedo a la filosofía" (ciencia "extraña" hacia la cual tengo una "aún más extraña" afición), sin embargo, no define otra cosa que el gran, común y casi inexplicable, miedo al amor.

Cierto es que el diccionario de la RALE no comprende esta palabra entre sus listas (filofobia), razón por la cual tuve que ir un poco más allá, buscando en páginas alternas. La primera ante mis ojos fue http://www.fobias.net/, página que por cierto me llamó la atención por la asombrosa cantidad de fobias registradas (sinceramente nunca pensé que el mundo estuviese tan loco).

Confesarles a modo personal, que yo también he sentido (y consentido) el dichoso miedo al amor. Seguramente más de un sincero (a) estará diciendo ahora "yo también". Pues es que no hay nada más cierto. "qué levante la mano..." quien no ha sentido miedo de enamorarse jejeje. Suena bastante loco que algo que podría pensarse fuera de lo común sea tan "común" en los humanos. He ahí nuestra raza.

Dícese que el miedo es una cuestión instintiva en el hombre que le permite salvarse del peligro. No hay cosa más cierta. Pero... ¿el amor es peligro para el hombre? Basta ver a alguien enamorado o a una pareja que se quiera como debe ser, para darse cuenta de cómo le brillan los ojos de la alegría.

Mi padre decía: "está bien sentir miedo mientras no te impida hacer algo bueno o grandioso". Siempre lo he tenido en cuenta. Pues entonces bien, ¿hasta qué grado hay que temerle al amor?, es un tema abierto al debate.

He aquí mi opinión:

Cuando el amor te impide desarrollarte como persona o como profesional, tenle miedo.
Cuando el amor te oprime, te encierra, te ahoga y te quita tu espacio personal, tenle miedo.
Cuando el amor te maltrata, te humilla y te lastima, tenle miedo.
Cuando el amor te limita al aspecto físico o estético, tenle miedo.
Cuando el amor se basa en principios materiales o de interés, tenle miedo.
Cuando el amor rompe tus principios y te aleja de tu moral, tenle miedo.
Cuando el amor te aleja de Dios, tenle miedo.

Sorprendentemente, todos estos casos en los que se le debería tener miedo al amor, no son más que ilusiones o sentimientos de cualquier índole, pero no amor. Lo demuestro.

Cuando el amor te impide desarrollarte como persona o como profesional, no es amor. Es posesión o egoísmo.

Cuando el amor te oprime, te encierra o te ahoga, no es amor. Es encarcelamiento.

Cuando el amor te maltrata, te humilla o te lastima, no es amor. Es castigo o abuso.

Cuando el amor se limita al aspecto físico o estético, no es amor. Es vanidad o erotismo.

Cuando el amor se basa en principios materiales, no es amor. Es interés o aprovechamiento.

Cuando el amor te aleja de tus principios morales, no es amor. Es malicia o perversión.

Cuando el amor te aleja de Dios, no es amor. Es odio.

Me podría pasar todo el blog dando argumentos y explicaciones para demostrar que el miedo al amor es muchas veces injustificado. Pero además de que eso ya es algo reconocido por el sentido común, ni mil argumentos impedirán que alguien consienta la filofobia.

Lo que podría hacer es colaborar con aliviar la preocupación con respecto al amor. Fishman (2000) en "El camino del líder", menciona un método interesante (tomado así mismo de otro autor) para no preocuparse o aliviar un poco las preocupaciones.

El sagrado método consiste en pensar ¿qué podría pasar después?. Intentaré adaptar el ejemplo al caso actual. Si me enamoro y me va mal ¿qué pasaría después?, quizá me sentiría mal y solo por un tiempo, ¿y qué pasaría después?, probablemente encontraría amigos o buscaría distraerme en algo, ¿y luego qué pasaría?, finalmente encontraría el modo de superarlo y pensar en algo más... finalmente, ¿qué pasaría?, es muy probable que encuentre a alguien más y me vuelva a enamorar.

Díganme si no es eso lo que en la gran mayoría de los casos sucede. Y eso todo mundo lo sabe. Lo difícil es recordarlo en el momento necesario. Tan fácil es aconsejar y tan difícil seguir nuestros propios consejos...

Después de lo expuesto aquí, delego el derecho y el deber de hablar a todo cuanto me lea.

Recordar que uno puede decir lo que quiera, siempre y cuando tenga fundamentos reales para avalar lo que dice.

Punto seguido.